"Una entrada occidental al Louvre debe ser estudiada y no censurada en nombre de una hipotética reconstrucción del Palacio de las Tullerías."

Desde la destrucción de las ruinas del Palacio de las Tullerías por la Tercera República en 1883, el Museo del Louvre se ha beneficiado de una apertura única a lo largo del eje histórico que va de las Tullerías al Arco del Triunfo, pasando por la Plaza de la Concordia y los Campos Elíseos. Este vacío, percibido durante mucho tiempo como una herida, es hoy una oportunidad. Ofrece una transición armoniosa entre el jardín, el patrimonio y la luz. Crea una bocanada de aire fresco visual y simbólico. Nos invita a considerar otra forma de entrar al Louvre: no comprimiendo a las multitudes bajo la pirámide, ni por una entrada de servicio lateral, sino por una bienvenida majestuosa y fluida, a lo largo del gran eje republicano. Porque una cosa está clara: el Louvre también mira al oeste. Sin embargo, esta evidencia parece haber sido golpeada por la amnesia.
El 27 de junio se lanzó un concurso internacional de arquitectura Para reconfigurar sus accesos. El programa, como se anunció, prevé la creación de una nueva entrada monumental al este del palacio, bajo la columnata de Perrault, cerca de la iglesia de Saint-Germain-l'Auxerrois. Sin embargo, esta elección plantea numerosas objeciones desde una perspectiva patrimonial, simbólica, urbana y práctica.
¿Por qué no se considera la opción occidental en el concurso? ¿Por qué tanto secretismo en torno a un espacio tan adecuado? ¿Por qué este rechazo? Ante estas preguntas, surge una hipótesis embarazosa pero creíble: el oeste del Louvre está hoy encerrado en un tabú arquitectónico: el de un posible —incluso fantaseado— regreso del Palacio de las Tullerías.
Negar la historiaDurante varias décadas, se han alzado voces que exigen su reconstrucción de forma idéntica. Provienen del Comité Nacional para la Reconstrucción de las Tullerías, creado en 2002, y figuras como el académico Maurice Druon (1918-2009) y Alain Boumier (1937-2009, presidente de la Academia del Segundo Imperio). y círculos tradicionalistas, nostálgicos de un Antiguo Régimen idealizado. La monarquía, el esplendor imperial y los refinados estilos de la arquitectura clásica se invocan como argumentos para reconstruir la «obra maestra» de Philibert Delorme. Se dice que incluso el general De Gaulle encargó un estudio sobre el tema al arquitecto Henry Bernard (autor de la Maison de la radio).
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Le Monde